Continuamos profundizando en la figura del héroe, arquetipo o modelo universal que se convirtió en el pasado en el protagonista de cientos de mitos, cuentos e historias y en nuestro momento presente en el personaje central de películas y series.
En el anterior artículo vimos cómo si ahondas en su figura y si conoces las claves que se encierran detrás de las formas, su vida, las pruebas y obstáculos a los que se enfrenta; las victorias y logros que conquista, nos narran de forma simbólica el día a día de nuestra propia vida, hombres y mujeres del siglo XXI que tenemos que vivir y superar pruebas y dificultades.
Encontramos en todos los mitos de oriente y occidente unas características muy similares que, observando desde el centro de nuestra conciencia, como si nos eleváramos por encima de lo ordinario, nos pueden ayudar a reconocernos y a convertirnos también en héroes cotidianos.
La primera característica del héroe o heroína es que ante la adversidad se crece. Una persona normal ante los problemas puede no saber cómo solucionarlos y se hunde antes de encontrar una salida. La adversidad hace que el héroe saque su mejor parte. Lo que para una persona ordinaria es un imposible, para él o ella, es una oportunidad de crecimiento y de mejora. Como se dice actualmente, esas adversidades le hacen salir de su zona de confort y ante ese mundo desconocido, le permiten convertirse en una versión mejorada de sí mismo. Es ahí donde realmente surge ese héroe capaz de adquirir y desarrollar cualidades y poderes que en el mundo conocido jamás hubiera puesto en práctica.
Pero esto que aparentemente forma parte de esa figura enigmática y modélica, no está tan alejado de nosotros como podemos pensar. ¿Quién no ha vivido circunstancias adversas y no ha salido más fortalecido de ellas? ¿Quién no ha tenido un aprendizaje extraordinario que en una situación de aparente calma jamás podríamos haber vivido?
El héroe, ante la injusticia actúa en pos de la justicia; ante el mal actúa en pos del bien y eso genera una característica o cualidad que es su gran empatía ante el dolor del mundo y ante el sufrimiento de los demás que acompañada de su fuerza y poder, es lo que le hace actuar.
Héroes que salvan al mundo…, pueblos enteros que van a ser arrasados por terribles bestias invencibles hasta que el héroe las vence…, países o ciudades castigados por una terrible maldición que sólo alguien de corazón puro y luminoso podrá liberar…, damas que hay que socorrer y que hacen que nuestro protagonista arriesgue su propia vida para salvar la de otros… Este es el gran sacrificio por amor que es capaz de hacer el héroe, un sacrificio que no busca recompensa; no lo hace porque le paguen o porque le vaya a suponer un beneficio, lo hace porque es lo correcto, porque actúa
siguiendo su noble corazón y el sentido de la verdad, del bien y de la justicia.
El héroe confía en sí mismo. Se sabe grande, se sabe fuerte, se sabe valiente… Pero a la vez se sabe vulnerable y pequeño y ese reconocimiento de sus luces y de sus sombras es lo que le hace estar atento en todo momento, es lo que le permite emprender con determinación, grandeza a la vez que humildad, cualquier prueba o circunstancia; sabiendo que si hace todo lo que está en su mano, saldrá victorioso, y que si se entrega al máximo de sus fuerzas, es invencible.
Un héroe se convierte en un ejemplo para los demás, en un faro en la tormenta, en una estrella que permite orientarse al que está perdido. Su valía y fortaleza interior, sus cualidades y poderes le convierten en un ejemplo a emular, en un ejemplo a seguir.
¿Quién nos impide ser héroes? ¿Quién nos dice a cada uno de nosotros que no podemos ser un ejemplo o un modelo? Tal vez no cambiemos el mundo o salvemos a princesas de las garras de un dragón, es probable que no venzamos a un monstruo de cien cabezas; pero sí que podemos salir de nuestra zona de confort, sí que podemos ayudar a las personas que están a nuestro alrededor; sí que podemos, ante la adversidad, sacar nuestra mejor versión, conociendo nuestras luces y nuestras sombras y en base a quien somos realmente entregarnos al máximo en la fascinante historia de nuestra propia vida.
Siempre me han gustado los héroes y adentrarme en antiguas y modernas mitologías, pero también veo muy útil echar una mirada a esas figuras, hombres y mujeres de carne y hueso, que a lo largo de la historia escribieron páginas maravillosas en los libros de historia. Tal vez nuestro nombre no quede escrito ni grabado, tal vez nuestra huella se borre con los años, pero ser un héroe en lo cotidiano es algo que sí está en nuestra mano.
Ignacio Vilar